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Una escalofriante reinvención del oscuro pasado de Chile

Una escalofriante reinvención del oscuro pasado de Chile

En una aterradora reinvención de la historia, el aclamado director Pablo Larraín y el director de fotografía Edward Lachman se unen para la sátira de terror «El Conde». La película se atreve a retratar al expresidente chileno Augusto Pinochet como un vampiro sediento de sangre.

Terror nacido de la realidad

Ambientada en el Chile contemporáneo, “El Conde” sugiere audazmente que Pinochet orquestó su muerte y continúa viviendo con relativa comodidad, rodeado de sus leales seguidores. La película profundiza en la retorcida dinámica dentro de la familia Pinochet, incluida la relación de su esposa con su leal mayordomo.

Larraín explora brillantemente el devastador legado del régimen de Pinochet, que dejó profundas heridas sentidas por generaciones de chilenos. La textura visual de la película, inspirada en las películas expresionistas alemanas, crea una profunda paleta de colores en blanco y negro que refleja el oscuro pasado del país.

Un tour de force cinematográfico

El innovador trabajo de Lachman en «El Conde» establece un nuevo estándar para la cinematografía. Utilizando una cámara de gran formato, primera en su tipo, con un sensor monocromático, captura el marcado contraste entre luces y sombras, que simboliza la lucha entre el bien y el mal.

Los lentes Baltar personalizados mejoran la experiencia visual, agregando una calidad exótica y de otro mundo a la película. La combinación única de tecnología y arte crea una atmósfera inquietante que perdura mucho después de que pasan los créditos.

Descubre el monstruo

A medida que se desarrollan los acontecimientos de El Conde, la verdadera naturaleza de Pinochet se va revelando poco a poco, exponiendo la profundidad de su corrupción y la enorme riqueza que ocultó. También se destaca la complicidad de la Iglesia católica en sus crímenes, añadiendo otra capa de complejidad a la narrativa.

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Filmado en seis partes diferentes de Chile, “El Conde” muestra los diversos paisajes del país, desde las bulliciosas calles de Santiago hasta las remotas granjas de la Patagonia. Cada escenario sirve como telón de fondo para la batalla en curso entre la verdad y el engaño.

En «El Conde», Larraín y Lachman crean una película inquietante y que invita a la reflexión que obliga a los espectadores a enfrentar los lados más oscuros de la humanidad. Al reimaginar a Pinochet como un vampiro, muestran un espejo a la sociedad, desafiándonos a examinar los monstruos que acechan en nuestro mundo.

A medida que «El Conde» avanza por los cines, el público se cuestiona la naturaleza del poder, la corrupción y la influencia duradera del mal. En última instancia, la película ofrece un crudo recordatorio de que los pecados del pasado nunca podrán ser enterrados y que la batalla contra la oscuridad es una lucha constante.