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Revertir el legado de Pinochet será una batalla cuesta arriba

Revertir el legado de Pinochet será una batalla cuesta arriba

Analítica

8 de marzo de 2022

El 11 de marzo, Gabriel Borek Font asumirá como nuevo presidente de Chile. Exdirigente estudiantil, derrotó a José Antonio Caste, líder del Partido Republicano de extrema derecha, por un margen del 12 por ciento. Su misión es abordar la desigualdad social y económica en Chile, las mismas condiciones que llevaron a la movilización popular en 2019, denominada «El Estallido» o «Fascismo».

Por lo general, los mercados han respondido con temor a la agenda progresista de Borek en el período previo a las elecciones, al igual que los sectores conservadores de la sociedad chilena, que desde 1973 disfrutan de los frutos de la privatización. Para influir en cualquier progreso social real, Borek tendrá que convencer a las fuerzas armadas y a la élite empresarial políticamente poderosa de su agenda.

Entonces, la lucha de Borek es multifacética: debe unir a un país políticamente polarizado, convencer a la izquierda de que reducirá la desigualdad sin, usando sus propias palabras, comprometer la «responsabilidad financiera». Borek critica desde la izquierda: el Partido Revolucionario de los Trabajadores trotskista lo acusó de «un rápido giro a la derecha».

Los fantasmas del pasado de Chile -en particular, el derrocamiento del presidente izquierdista Salvador Allende por Augusto Pinochet en un golpe militar de 1973- acecharon esta elección más que cualquier otra en la historia reciente. Cast es hijo de un nazi fugitivo, su portavoz de campaña fue la sobrina nieta de Pinochet, e incluso afirmó que el mismo Pinochet lo habría apoyado.

En 2019, Pablo Sepúlveda Allende, médico y nieto de Allende, criticó a Borek por llamar a la izquierda chilena a ‘condenar la situación de los derechos humanos’ en Cuba, Venezuela y Nicaragua. Y ahora Maya Fernández, otra de las bisnietas de Allende, ha sido nombrada en un cargo simbólico como ministra de Defensa.

Pero sin compromisos claros para despenalizar la protesta, desmilitarizar las tierras originales del Wallmapu y nacionalizar la industria del cobre —lo que precipitó el golpe de 1973— romper el legado de Pinochet será una batalla cuesta arriba.


Este artículo es de la edición de marzo – abril de 2022 de nuevo internacional.
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